domingo, 25 de abril de 2010

El cacomixtle vegetariano por Alberto Híjar


El fracaso de la revolución democrática de liberación nacional inició en 1994 al recopilar el doctor Mario Rivera Ortiz documentos no estudiados y hasta ocultados de los años 1960 a 1965. PRI, PCM, PPS, POCM y MLN fueron siglas principales en la política de esos años de represión y cárcel de los movimientos de ferrocarrileros, médicos y maestros. Lamenta el autor en su Introito la ausencia de personajes con los que pudiera debatirse la situación actual tan pragmática e ignorante de los tópicos heredados por las izquierdas que tuvieron importantes personalidades como Hernán Laborde, Dionisio Encina, Vicente Lombardo Toledano, David Alfaro Siqueiros, Guillermo Rousset y Valentín Campa.

El Capítulo I empieza con el panorama de los cincuenta con sus “choques interclasistas” y el consiguiente “repunte del movimiento obrero”. Para los trabajadores americanos nacían esperanzas al constituirse en enero de l964 el Congreso Permanente de Unidad Sindical de los Trabajadores de América Latina auspiciado por las centrales obreras de Chile, Venezuela y Cuba. Marcó este hecho “el fin de la historia de Lombardo Toledano como dirigente sindical”.

El reordenamiento de los trabajadores del campo y la ciudad, orientó la reforma del Artículo 123 por el gobierno de López Mateos y del 27 por el de Miguel Alemán.

Organizaciones armadas respondieron desde la derecha y desde la izquierda. La primera dio lugar al levantamiento del 15 de septiembre de l961 en Veracruz, Puebla, Oaxaca, Coahuila y Guerrero. El general Celestino Gasca, surgido del gremio electricista para participar en la fundación de la Casa del Obrero Mundial y de los Batallones Rojos, fue dirigente principal con lugartenientes como Salvador Nava, Jorge Siegrist y el caído Ubaldino Gallegos. En 1962 y luego de la amplia difusión de la fotografía del abrazo conciliador con el presidente López Mateos, fue asesinado Rubén Jaramillo con sus dos hijas y su esposa embarazada y el 23 de septiembre de 1965, el asalto al Cuartel Madera en Chihuahua marcó la presencia guerrillera refundada por Arturo y Emilio Gámiz, Pablo Gómez, Oscar Sandoval y los sobrevivientes que organizaron en los setenta la Liga Comunista 23 de Septiembre.

El Primer Congreso Nacional por la Libertad de los Presos Sindicales y Políticos se realizó en junio de 1960 en la Escuela Nacional de Economía en Ciudad Universitaria. La revista Política publicó la convocatoria donde se afirmaba la suspensión de garantías por parte del gobierno.

Las ocupaciones militares, los asesinatos, secuestros, prisiones políticas, el cese de doce mil ferrocarrileros, de maestras y médicos disidentes, no impidieron el ascenso de las movilizaciones populares. Lázaro Cárdenas y Heriberto Jara alentaban a las izquierdas, mientras Miguel Alemán y los empresarios de Monterrey y Puebla, encabezaban a las derechas. Por su parte López Mateos ganó celebridad al declarar a su gobierno en julio de 1960, como de “extrema izquierda dentro de la Constitución”. A la par, Cuba fue expulsada de la OEA, de la Junta Interamericana de Defensa, Alianza para el Progreso y por supuesto de la Defensa contra la subversión comunista. El doctor Rivera describe la ambivalencia del estado mexicano y concreta las decisiones de Punta del este contra Cuba en un título de Política: “en Punta del Este: sonrojo, turbiedad y claudicaciones.”

De aquí que nacieran y crecieran dos organizaciones intelectuales de izquierda: el periódico El Espectador y el Circulo de Estudios Mexicanos. Antes de disputar por la línea política, la revista Política acogió sus escritos y su director Manuel Marcué Pardiñas los publicó con las firmas de Alonso Aguilar, Fernando Carmona, Jorge L. Tamayo, Enrique Cabrera, Eli de Gortari, Jorge Carrión, Mario Salazar Mallén, Alfonso Magallón, Guillermo Montaño, Manuel Mesa Andraca y le faltó al doctor Rivera mencionar a los brillantes universitarios recién desempacados de Europa, Víctor Flores Olea, Enrique González Pedrero, el cosmopolita Carlos Fuentes y uno que otro tránsfuga del espartaquismo como Eduardo Lizalde. El grupo El Espectador aportaba un marxismo postalinista con gran acogida en la izquierda universitaria. El grupo mantuvo una línea de oposición no tan radical como para rechazar un desayuno con el Secretario de Gobernación, Gustavo Díaz Ordaz, el 11 de junio de 1960.

Los partidos hacían su trabajo: el PRI su mantenimiento del poder a toda costa y el Partido Popular Socialista, que añadió este último calificativo en 1960, declaraba su lucha “porque se establezca un gobierno integrado por todos los sectores democráticos y patrióticos como instrumentos de la democracia del pueblo y dirigido por su clase obrera, como paso transitorio para la instauración del régimen socialista en México.” El Partido Comunista Mexicano pasaba por conflictos entre su dirección y las bases. El libro cita un documento del XII Congreso Ordinario donde se dice: “en vez de persuadir, solicitar consideradamente a los camaradas, se les reprime, amedrenta, se recurre a las medidas organizativas, se exageran sus errores y defectos, se inventan historias y se destruye, en resumen, a los cuadros”. Arnoldo Martínez Verdugo es citado cuando opinó de la dirección de Dionisio Encina su “pasividad política, la resistencia a la lucha, la confusión y las violaciones a las normas leninistas de la vida interna del partido”. De aquí que en la Célula Carlos Marx, el doctor Rivera argumentara la tesis de la inexistencia histórica del PCM al no corresponder a las necesidades de la clase obrera.

Todo lo anterior obligaba a la puesta en crisis de la Revolución Mexicana. El XIII Congreso decidió la revolución democrática de liberación nacional y puso en crisis relativa el concepto de burguesía nacional por aquello de suponer, como se había dado en las discusiones entre marxistas en la fundación del Partido Popular en 1947, la necesidad del frente amplio, la alianza con una supuesta burguesía nacionalista y el repudio al imperialismo como tendencia exterior, gringa en especial.

El XIII Congreso nombró a Siqueiros, Rivera y Guillermo Rousset para impulsar la lucha por la libertad de los presos políticos. De aquí el Primer Congreso Nacional al respecto cuyas resoluciones cayeron en el abismo de la demagogia del gobierno de extrema izquierda dentro de la Constitución que desató todos los oportunismos y justificó el terror a la movilización popular radical. La famosa Declaración de Guaymas de López Mateos recibió la repulsa de Siqueiros al declarar públicamente que el gobierno era de extrema derecha. La reprobación de la Comisión Política del PCM fue inmediata afirmando los “fuertes intereses nacionales” de la gran burguesía mexicana impulsora del capitalismo de estado. Unas semanas después y luego de una gira por Cuba y Sudamérica donde explicó la demagogia de López Mateos, días antes de que ésta llegara por ahí, Siqueiros fue capturado para pasar su más larga estancia en la cárcel de 1960 a 1964.

Obviamente, quedaba fuera de la discusión de la izquierda cardenista y reformista la toma del poder y por supuesto la dictadura del proletariado, a cambio de argumentar la defensa de la Revolución Cubana a partir de tradiciones de defensa de la soberanía nacional enarboladas por el gobierno de México. La cosa era del orden que hace repetir ahora a Tomás Mojarro la urgencia de dejar de rogarle al cacomixtle que no coma gallinas y se vuelva vegetariano. Entonces se optó por convencerlo de que cambiara su esencia y su instinto.

El libro menciona las condenas a la Declaración de Guaymas de la ultraderecha agrupada en el PAN y la Unión Sinarquista y el matiz de Víctor Rico Galán a quien considera trotskizante al afirmar que “el socialismo no es una opción, sino la salida única” lo cual no quitaba a López Mateos su calidad de encabezar “el ala izquierda de su propio gobierno”, de aquí que habría que apoyarlo.

Todo culmina en la fundación del Movimiento de Liberación Nacional como respuesta al llamamiento a la Conferencia Latinoamericana por la Soberanía Nacional, la Emancipación Económica y la Paz, suscrito por Lázaro Cárdenas, el diputado Domingo Vellasco de Brasil y Alberto T. Casella de Argentina. Llamose esta reunión de Nuestra América como obvia referencia a José Martí para distinguir la región de los proyectos panamericanistas yanquis. Diez mil asistentes que llenaron la Arena México escucharon las participaciones de representantes sindicales y campesinos de diversos países americanos con delegados del MIR de Venezuela, del Partido Socialista de Ecuador, del PCM, del Círculo de Estudios Mexicanos y del Frente Nacional de Artes Plásticas. Los intelectuales solidarios fueron de tan diversa índole como Siqueiros, Carlos Fuentes, González Pedrero, Juan José Arreola, Fernando Benítez, Víctor Flores Olea y Víctor Rico Galán. Hubo saludos de Jrushov, Chou En Lai y Vilma Espín estuvo por Cuba.

Rápido replicó una Convención Nacional Anticomunista del Partido Nacional Anticomunista, membrete de periodistas de ultraderecha como Carlos Denegri, Aldo Baroni, Bernardo Ponce y Rene Capistrán Garza. Buena Prensa la editorial oficial de la Iglesia Católica, acompañó al PAN con una campaña guiada por la consigna ¡Cristo sí, comunismo no!. Nada de esto impidió la formación en mayo de 1961 del Comité Provisional por la Soberanía Nacional y la Emancipación Económica de donde nació la Asamblea Nacional Interna y de ahí el Movimiento de Liberación Nacional con una dirección de 29 miembros de los cuales 16 eran del Círculo de Estudios Mexicanos, seis del PCM, dos del PPS, dos del POCM y el resto, personalidades progresistas. La hegemonía cardenista quedó así garantizada. Rápido corrió el rumor de la formación de un partido político con una nueva unidad de la izquierda. En mayo de 1962 las revistas Nueva Epoca y Política informaron de las primeras expulsiones donde figuraron importantes dirigentes del Comité del D.F. del PCM como Mario Rivera y Guillermo Rousset y algunos espartaquistas como Martín Reyes, todos ellos opuestos al fetichismo del estado y la consiguiente línea negociadora. Al mes siguiente, el PPS se escindió por no encontrar lugar para la clase obrera en un movimiento de la pequeña burguesía urbana y rural. La revista POLITICA publicó artículos contra Lombardo reivindicando al Movimiento como tal, distinto a los partidos. En agosto de 1962, al inaugurar una presa en Cupatitzio, todo esto pareció resuelto con el discurso de Lázaro Cárdenas al lado de López Mateos y Ruiz Continez. Seguirían a esto, alianzas diversas y debates económicos y políticos para preparar la participación electoral en 1964. Como suele ocurrir, esto acentuó las diferencias. El asesinato de Jaramillo y su familia determinó el abstencionismo del Partido Agrario-obrero Morelense como parte de la discusión. Nuevos miembros fueron incorporados al Comité Nacional mientras el PPS proclamaba a Díaz Ordaz “un hombre de gran honestidad, liberal avanzado, progresista, de una vida ejemplar y convencido de que hay que acelerar la obra del Lic. Adolfo López Mateos”. Las izquierdas parecían, dice el doctor Rivera, un “festín de hienas” en el que Cárdenas llamó a Díaz Ordaz en la Cuenca del Balsas, territorio cardenista, “un nuevo promotor del adelanto cívico y social de México. De la propuesta del MLN de impulsar un programa y no una persona, quedaba casi nada.

Los intelectuales se retiraron de Política calificando a su director Marcué Pardiñas de terrorista por atribuirse la representación del proletariado y ciertamente consiguieron atenuar las críticas de Marcué a Díaz Ordaz. No detuvo esto el hilo de renuncias encabezadas por quienes fundarían la revista Estrategia: Aguilar, Carmona, Carrión, Aguirre.

Mario Rivera hace ver una especie de resurrección no explícita de los resolutivos del VI Congreso de la Internacional Comunista de 1928 sobre las colonias donde habría que aliarse a la burguesía nacional y antiimperialista. La Primera Declaración de La Habana de 1960 aportaría un “latinoamericanismo libertario, martiano y juarista” radicalizado por el socialismo como propuesta a la invasión derrotada en Playa Girón para dar lugar a la Segunda Declaración de febrero de 1965. “Crear dos, tres, muchos Vietnam” proclamaba el Che y las izquierdas buscaban como armonizar estas contradicciones.

La captura de David es el título del capítulo II donde se narra el secuestro policíaco de David Alfaro Siqueiros con todo su prestigio revolucionario, su lugar en la Comisión Política del PCM y en la dirigencia del Comité por la libertad de los Presos Políticos y su participación en los movimientos ferrocarrilero, magisterial y médico. El PCM tuvo que protestar por el secuestro de Siqueiros y Filomeno Mata, víctimas del ilegal delito de disolución social. 25 años de cárcel propuso como condena la Quinta Corte Penal luego de un juicio donde Siqueiros y Mata brillaron y dieron lugar a su publicación en La Trácala y en Historia de una Insidia editados por Arte Público, la editorial activada por Siqueiros y su compañera Angélica Arenal, cada vez que era necesario. El Comité por los Presos fue absorbido por el MLN y las diferencias se profundizaron. Creció la campaña internacionalista hasta que el 13 de julio de 1964, Siqueiros quedó libre. No anota Mario Rivera que esto ocurrió por indulto presidencial en reconocimiento a sus aportaciones a la Revolución Mexicana. Los demás presos quedaron como tales.

El capítulo III es sobre el V Pleno del Comité Central del PCM donde se inició el juicio contra la disidencia. La formación de grupos dejó fuera a Rousset y Rivera hasta determinar su expulsión. Mario Rivera hace públicos documentos fundamentales para entender lo que pasó: el informe de Edelmiro Maldonado calificando de izquierdistas a los enjuiciados sin dejar de admitir que el gobierno mexicano “tiene su corazón en Washington” como afirmaba el Partido Comunista de Uruguay. “Gran burguesía conciliadora” con el imperialismo yanqui era la caracterización de Maldonado. “Un poderoso movimiento de frente democrático nacional” resultaba la necesidad política impedida por los enjuiciados. Más leña al fuego echó J. Encarnación Pérez Gaitán, en medio de la manipulación de las votaciones para orientarlas a favor de las propuestas de los dirigentes Martínez Verdugo y Manuel Terrazas que cuando se sentían débiles, llamaban a la unidad y vencían al fin. Rousset empezó a cargar pistola en previsión de lo peor y con ella en el portafolio, leyó el Informe de la mayoría del Comité del D.F. transcrito en el libro reivindicando el derecho a la crítica y recordando la historia de Iskra donde se dio la lucha entre bolcheviques y mencheviques. Siqueiros participó con una carta desde la cárcel para repudiar “la unidad a toda costa” y pedía “la continuación de la discusión” como “miembro disciplinado del Partido” ciertamente escamado por anteriores disidencias como la de 1930 cuando fue calificado de indisciplinado y por supuesto, izquierdista .

Transcribe el libro otras intervenciones tanto de personajes comunistas como de células, da a conocer el Informe secreto y concluye con elocuente subtítulo: “el frío que hace en el exterior de la iglesia”, todo en medio de persecución policíaca con el viejo recurso de la infiltración e intimidación. Siqueiros quedó contento en la cárcel, Rivera, Rousset y Carlos Félix fueron expulsados y el doctor y su compañera Carlota Guzmán regresaron al Partido como Célula 26 de julio en 1978 para otra vez salir del PCM en 1981.

El Capítulo V es el Epílogo sobre la liquidación del PCM y otros agrupamientos políticos. Cita el doctor a Manuel Aguilar Mora, trotskysta histórico, quien afirmó en 1976 desde el PRT, también desaparecido, respecto al ascenso del eurocomunismo: “es mentira que los comunistas estén rompiendo con el stalinismo y se estén yendo al marxismo real. En realidad, al romper con el stalinismo, están rompiendo con el leninismo”. Por su parte, Martínez Verdugo afirmaba “con la desaparición del PCM damos un paso audaz contra el dogmatismo” y hasta Fidel Castro dijo en entrevista con Julio Scherer en 1981: “si el PCM estuvo dispuesto para unirse orgánicamente a otras fuerzas de izquierda, el paso es positivo. Soy contrario a las capillitas y enemigo del sectarismo”.

En 1981, el PCM se extinguió ante notario con acta firmada por Valentin Campa y ante los elogios del testigo Enrico Berlinger del Partido Comunista Italiano también desaparecido. Siguió el PSUM en 1987 y luego el PMS para integrarse en 1989 al PRD. Ya habían sido expulsados los implacables jueces Maldonado, Camilo Chávez y Samuel González antes que Terrazas y Fernando Cortéz. Los unos por prochinos y los otros por prosoviéticos. Quedaron los autodenominados sensatos ingenuamente dispuestos a negociar por puestos de elección popular con el reconocimiento del estado mexicano.

La autocrítica y las “puntualizaciones necesarias” de Mario Rivera anteceden al Capítulo VI de Conclusiones sobre la discusión nunca terminada sobre la unidad de las izquierdas, la liberación nacional, la lucha antiimperialista y el estado mexicano. Advierte Mario Rivera la promesa incumplida de autocriticarse de Martínez Verdugo cuando fue secuestrado por el PROCUP-PDPLP en 1985 para obligarlo a rendir cuentas del dinero del “Fondo de Guerra” jamás entregado por Arturo Martínez Nateras a Lucio Cabañas. Extraña también el silencio de Siqueiros respecto al MLN y reivindica al fin la lucha contra el reformismo del Comité Central del PCM de las células Carlos Marx, Román Guerra Montemayor (el ferrocarrilero asesinado en Monterrey), Laennec, Krupskaia y el Comité del D.F. entre 1960 y 1962.

Ahora, con las izquierdas dispersas, con el PRD dividido y reducido a cuestiones electorales, ¿no sería bueno actualizar la caracterización del estado, de la fase histórica, de los partidos con registro oficial y del lugar de los trabajadores del campo y la ciudad frente a una burguesía reductora de la nación y la Patria a sus intereses globalizadores?. ¿Hay burguesía nacionalista?, ¿Frente amplio con quién y para qué?. De no responderse estas preguntas, la historia resulta inútil ante la evidencia de que el cacomixtle no se volverá vegetariano.

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